Atención centrada en la persona: somos únicos

Tras asistir a la III Jornada de Psicogerontología: Una Neuropsicología centrada en la persona, que tuvo lugar en la sede del IMSERSO en Madrid el pasado 30 de Noviembre y fue organizada por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y la Asociación Española de Psicogerontología vuelvo con una mayor toma de conciencia sobre temas que ya he venido tratando a lo largo de los años…

En primer lugar hablaré de la atención centrada en la persona que llevo a cabo desde el principio tanto en los tratamientos individuales como en las intervenciones terapeúticas grupales.

Primero conocer a la persona después diseñar la intervención

Como neuropsicóloga comienzo por analizar cual es el perfil cognitivo y psico-social de la persona con la que voy a trabajar, me centro fundamentalmente en las capacidades que están preservadas, especialmente si pueden ser pilares fundamentales para mantener la funcionalidad autónoma de la persona (por ejemplo la capacidad de concentración, la memoria emocional o visual…etcétera), presto atención a las competencias que están deteriorándose (por ejemplo el lenguaje, la orientación temporal, para estimularlas y ralentizar su deterioro) y valoro si las capacidades ya deterioradas tienen alguna posibilidad de rehabilitación o de sustitución por ayudas externas u otras competencias (por ejemplo rehablilitar la atención sostenida o la anosognosia, usar agendas y calendarios o aprender a través de procedimientos cuando está mermada la capacidad de aprendizaje) y por supuesto sus capacidades premorbidas (entre las personas con las que he trabajado he conocido desde personas con altas capacidades hasta personas límite por el momento)

Tengo la sensación de que durante las evaluaciones que realizo la persona se siente cómoda y no como si estuviera en una oposición (cuando percibo estrés, busco solucionarlo)

Como psicóloga busco conocer la biografía de la persona, sus gustos, aficiones, creencias, ilusiones,  sus relaciones, sus emociones, su situación actual.

Y ello determina como diseño las sesiones: si era modista o sastre -y lo era con gusto- utilizaremos la costura, si le encanta la poesía trabajaremos con poemas y si es la pintura con pintura, si era aficionado/a a los toros pues habrá que hablar de toros y si eran los coches de tales, y así en mi repertorio musical por ejemplo he usado a Los Chichos, a los Beatles, ABBA o Manolo Escobar, o María Callas o Mozart. Por ejemplo las fichas que yo diseño no sirven para todo el mundo, no tengo café para todos.

Aprender qué se está haciendo bien es importante, y que la gente que quiera trabajar conmigo conozca que parto de aquí también me lo parece, es evidente que para mí cada persona es única y trabaje individualmente o en grupo buscaré adecuarme a las características de cada uno. Sí, a mi también me gustará que me pongan a mis cantantes preferidos, que me hablen de mis aficiones y pasiones, que me muestren cariño y buen humor, … etcétera.

Además de tomar conciencia de lo que está bien, es necesario aprender qué hemos de desarrollar más, y allí llegan dos exigencias que me hago a mi misma y sugiero para otros profesionales:

Tenemos que cultivar la empatía, tenemos que ser capaces siempre de preguntarnos lo que siente esa persona que tenemos delante: qué siente ante su situación actual, enfermedad, envejecimiento, cambio de roles, … qué siente respecto de su futuro, qué quiere hacer con él, qué no quiere. Es necesario dedicar tiempo a ésto: con pacientes o usuarios y con sus familiares.

Tenemos que desarrollar la capacidad de entender también a quien no puede comunicarse con nosotros: me quedé asombrada ante una ponencia en la que se nos mostró como se ve el mundo desde una silla de ruedas cuando no se tiene autonomía en la movilidad y la perdida del lenguaje hacen imposible mostrar como se vive lo que está sucediendo. Es necesario ponerse en el lugar de todos, pero ponerse totalmente: qué ve, qué oye, qué siente, qué huele también quien no puede decirlo o mostrarlo.

Hay que promover el empoderamiento, que la persona tenga poder e independencia para decidir sobre su vida.

Y hay que probar nuevas cosas: no quedarnos en el lápiz y papel o en los programas de estimulación por ordenador, hay que comenzar a explorar y explotar las nuevas tecnologías: realidad virtual, robótica, redes… etcétera.

Como conclusión, hay que tener muy abiertos los sentidos para aprovechar toda la información que nos proporcionan sobre las personas «únicas» para las que trabajamos y muy abierta la mente para añadir nuevas formas de trabajar y ofrecer una atención centrada en la persona «única» que repercuta positivamente.

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