¡Feliz San Valentín!
Tres líneas de pensamiento me llevan a plantearme esta entrada después de cinco años trabajando con personas con deterioro cognitivo, que mañana sea San Valentín, el día de los enamorados me da una excusa para comentar las tres ideas
1. El cuidador: el amor más grande que yo he visto
En este caso creo que voy a ajustarme a que «a buen entendedor, pocas palabras bastan», las muestras más hermosas de amor yo las he visto en los cuidadores, a veces se equivocan, a veces se enfadan, a veces no entienden… pero allí están: hombres y mujeres admirables que cuidan, desde la mañana hasta la noche, que lavan, compran, preparan comida, visten, afeitan o maquillan, acompañan al centro de día o visitan en las residencias a una persona que es y no es al mismo tiempo la persona amada, con una ternura, con una generosidad impresionante… recuerdo ahora el lindo ejercicio que a veces realizan por petición de terapeutas de hacer un álbum de fotos con una carta explicando «quien es su ser amado», ¡se podría sacar de allí la canción más bonita del mundo! (como decía «La oreja de Van Gogh»)
Eso sí, no cualquiera es cuidador: hay personas que no pueden amar tanto.
Así que, quiero decir a esos cuidadores que aman tanto: que hacen la vida hermosa y que se merecen un Feliz San Valentín porque ellos han sido tocados por el amor.
2. La intervención terapéutica: un momento para las reminiscencias
No fue hasta 1948 que se empezó a celebrar San Valentín en España, y fue de la mano del fundador de Galerías Preciados, Pepín Fernández, quien publicitó esa fecha y provocó que empezarán a hacerse regalos desde entonces.
Podemos aprovechar la ocasión para pedir a nuestro familiar con Deterioro Cognitivo que nos cuente que regalos que ha recibido o ha entregado por el día de los enamorados (lo de menos es que los haya recibido/entregado ese día), o aprovechas la oportunida para que recuerde comercios que estaban y no están como Galerías Preciados o Sederías Carretas, o Sepu.
Tener la oportunidad de recordar momentos felices es emocionalmente beneficioso y cogntivamente activa en su memoria ciertos recuerdos para no permitir que se diluyan.
3. El poder terapéutico del amor
Y termino diciendo algo que nunca creí decir: qué prometo amarte y respetarte siempre, por una parte porque sé que nos hará bien a ti y a mi: la neurociencia constata que los neuropéptidos que segregamos al amar y al recibir amor producen efectos positivos sobre nuestra salud (a través de nuestro sistema inmunológico) y sobre nuestro estado de ánimo.
Pero aunque la neurociencia no dijera nada, los profesionales que trabajamos en este ámbito lo constatamos cada día: la ternura, el respeto, el cariño, las muestras de ese cariño les benefician y motivan más que cualquier actividad terapéutica, parece cierto que todos necesitamos amor.
Graciela Otero Fernández
Psicóloga Colegiada M-27621